Por desgracia, algunos nombres de marca generan más literatura por la hilaridad de las asociaciones que transmiten que por las propias bondades del producto que identifican. Casos imperdonables como los del Mitsubishi Pajero (Montero en los mercados de habla hispana), el Mazda Laputa, el Nissan Moco o la tónica Nordic Mist (estiércol nórdico, en alemán) forman parte de una lista interminable de fracasos en la elección del nombre. Y todos ellos son errores fácilmente evitables con una adecuada validación lingüística y cultural que proporcione datos sobre la presencia de asociaciones positivas y negativas, los posibles problemas de sonoridad o pronunciación o la adecuación del nombre a la categoría de producto.
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